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MEXICO AZTECAS Y TOROS
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2 décembre 2019

Joselito Adame: 3 orejas pachangueras, par Gaston Ramirez Cuevas

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Domingo primero de diciembre del 2019

 

Quinta corrida de la temporada de la Plaza de toros México

 

 

Joselito Adame: 3 orejas pachangueras

 

Gastón Ramírez Cuevas

 

Foto : Toril TV

 

Toros: 6 de Reyes Huerta (primero, segundo, tercero, quinto, sexto y séptimo), de escaso trapío y juego muy desigual. El sexto tuvo fuerza y bravura. Al séptimo le dieron arrastre lento pues tuvo clase, recorrido y mucha nobleza.

2 de Jaral de Peñas, de pobre lámina el cuarto pero dejándose y al que dieron arrastre lento; y el octavo no fue feo pero careció de casta.

 

Toreros: Enrique Ponce, al segundo de la tarde lo despachó de pinchazo y pinchazo hondo: leves palmas. En el quinto pasó fatigas con la espada: tres pinchazos y cuatro descabellos. Fuertes pitos al toro y al torero.

 

Fabián Barba, al tercero le atizó dos pinchazos, un bajonazo y varios descabellos: pitos tras aviso. Al sexto le pegó dos pinchazos, uno hondo y un golpe de corta: generoso silencio tras aviso tardío.

 

Joselito Adame: al cuarto lo citó a recibir dejando una casi entera trasera y bajita. Luego descabelló al primer intento y cortó una oreja con división de opiniones. Al séptimo lo pasaportó de entera baja y le cortó las dos orejas.

 

Pablo Aguado confirmó la alternativa. Al que abrió plaza le pinchó una vez para luego asestarle un sablazo que asomó por el costillar y cuatro golpes de verduguillo: pitos tras aviso. Al octavo lo despenó de casi media de efectos: silencio.

 

Entrada: alrededor de 22,000 espectadores.

 

Incidencias: el viento sopló fuerte durante todo el festejo.

 

Cuando en la plaza capitalina se dan cita mas de cinco mil parroquianos, el nivel de discernimiento taurino baja considerablemente. Eso le conviene a algunos toreros y a otros no tanto. Vamos toro a toro.

 

Pablo Aguado partió plaza con la montera puesta pese a nunca haber toreado en el embudo de Insurgentes. Para el aficionado supersticioso eso influyó en la aciaga tarde del diestro sevillano.

 

El primer toro de Reyes Huerta no fue malo, ¡fue malísimo! Frente a un burel débil y manso que derrotaba, reservaba y embestía con la cara arriba, Aguado intentó imponer su temple pero todo fue inútil. El aire molestó de continuo al nuevo ídolo de Sevilla, quien prolongó en demasía la faena. Mató con muy poca fortuna y el populacho le increpó y le pitó con ganas.

 

El segundo de la tarde le permitió a Ponce pegar dos estupendos trincherazos y un par de derechazos excelentes pero luego se desinfló por completo. El veterano coleta valenciano acabó bailando un zapateado alrededor del toro y pese a no estar fino con la toledana el juez se comió el aviso.

 

La afición tenía grandes esperanzas de que Fabián Barba se arrimara como el proverbial león y de que le peleara las palmas a sus alternantes. Desgraciadamente, el torero de Aguascalientes tuvo una actuación asaz deplorable. El tercero fue un bicho berrendo, caribello, calcetero y rabicano que resultó huidizo y manso. No obstante, el de Reyes Huerta a veces se decidía a embestir, pero Barba no se confió nunca y anduvo fuera de cacho durante todo el último tercio. Montó un mitin con los aceros y la gente le pitó con cierta desgana.

 

Joselito Adame se llevó el lote. El cuarto fue un bovino de Jaral de Peñas bastante anovillado pero que tuvo fuerza y se movió con alegría. Después de un espectacular tumbo, Joselito instrumentó un quite por chicuelinas a la trágala que fue muy festejado por la gente que desde ese instante se le entregó con una alegría sorprendente.

 

Ya con la muleta, Adame pegó muletazos de hinojos en tablas, derechazos, cambios de mano, pases de pecho, un firmazo rodilla en tierra y manoletinas. Todos los pases le fueron festejados por la mayoría de los asistentes, aunque no tuvieron el mismo valor específico. A veces Joselito se ajustó, a veces no; en ocasiones adoptó la postura de alcayata tan utilizada por El Juli y en ocasiones compuso la figura; en algunos momentos templó, en otros no, pero en todo momento hizo gala de su ya retorcido colmillo, provocando el delirio en los tendidos.

 

Citó a recibir y aunque la estocada fue defectuosa y tuvo que recurrir a la espada corta, la oreja fue pedida de manera insistente por buena parte del cónclave y concedida por la autoridad. Joselito dio la vuelta al ruedo acompañado por un niño vestido de charro, detalle que no gustó a todo el mundo.

 

El quinto de la función fue un astado anovillado, bronco y manso. Ponce no se arrimó nunca, pero demostró que tiene una excelente condición física, pues no dejó de mover los pies a gran velocidad. Con la tizona perdió los papeles de forma lamentable y la gente no dudó en abroncarlo. Quizá el incombustible, inmarcesible e insumergible maestro de Chiva deba ir pensando en colgar los avíos.

 

El segundo del lote de Fabián Barba, tuvo bravura y fuerza. Ocasionó otro tumbo espectacular y en la muleta demostró raza, codicia y algo de sentido. Fabián dejó que el toro le ganara la partida ya que se perdió en un mar de dudas y falta de aguante. Pobre, pero no fue su tarde.

 

Joselito Adame recibió al séptimo en tablas con una media larga cambiada de rodillas. Siguió toreando bien a la verónica y quitó por chicuelinas antiguas bastante revolucionadas. El de Reyes Huerta tuvo mucha clase y humillaba que era un contento. Los mejores momentos de la faena ocurrieron cuando José se echó la muleta a la zurda. Los naturales ajustados y templados pusieron de pie al respetable. Hubo también una excelente tanda de pases por alto en un palmo de terreno. Cuando Adame hizo un desplante tirando la muleta y yéndose de la cara del toro con garbo, el grito de “¡Torero, torero!” no se hizo esperar.

 

Como mató bien y al primer envite, la gente sacó los pañuelos blancos con celeridad y fervor. Según el que esto escribe, las dos orejas fueron un premio exagerado, pero es verdad que prácticamente nadie las protestó. Esta vez, en su despaciosa vuelta al ruedo, Joselito se hizo acompañar por no uno sino dos escuincles y una niña.

 

Pablo Aguado tuvo más de tres horas para pensar que las cosas no podían salirle peor que en su primero, y no se equivocó, pero por poco… El toro de Jaral de Peñas no tuvo casta, protestó en todo momento y reservaba siempre la embestida.

 

Ni la gente, que no paró de vociferar para que Ponce regalara un toro, ni el gélido vendaval dejaron de molestar al coleta andaluz. Si bien hubo por ahí algunos atisbos de la gran clase que atesora Aguado, estos fueron casi imperceptibles pues el cornúpeta no valía dos centavos.

 

Como dice mi buen amigo, el escritor taurino Xavier González Fisher: “Unos visten al mono y otros son los que lo bailan”. En este caso, el gentío acudió a la plaza para ver a los dos toreros de ultramar, pero acabó sacando a hombros a Joselito Adame, quien no siempre ha contado con el beneplácito del público de la Ciudad de México. 

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